Reflexions i assaigs
Profesora contratada doctora del área de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Cantabria. Ha participado en diferentes proyectos de investigación y cuenta con publicaciones de impacto, tanto nacionales como internacionales, siendo sus principales líneas de investigación la transición educativa y la escucha y participación infantil en la educación infantil. Dirección electrónica: ana.castroz@unican.es
Profesora contratada doctora interina del área de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Cantabria. Ha realizado estancias en ámbitos nacionales e internacionales, participado en proyectos de investigación y publica en las líneas de investigación sobre los valores, las tecnologías y la educación mediática. Dirección electrónica: paula.renes@unican.es
Los términos democracia y educación debieran formar un binomio indisoluble. Tal y como señalaba Dewey (2001, p. 81) «la explicación superficial de esto es que un gobierno que se apoya en el sufragio universal no puede tener éxito si no están educados los que eligen y obedecen a sus gobernantes». La educación para la democracia requiere, por tanto, que la escuela se constituya como «un lugar de vida para el niño en el que éste sea un miembro de la sociedad, tenga conciencia de su pertenencia y a la que contribuya» (Dewey, 2001, p. 224). Entendemos de este modo la democracia como medio posibilitador de igualdad y de participación lo que implica desarrollar en la ciudadanía la modestia de reconocer que elementos como los pensamientos, convicciones u opiniones sobre el mundo es un proceso enriquecedor (Zuleta, 2002).