El oficio de enseñar Metafísica exige, como condición previa, conocer el arraigo de esta ciencia respecto la experiencia de la maravilla, ya que, sólo por esta experiencia, se puede ascender al conocimiento de su objeto formal, el ente «ut habens esse», el ente que posee como acto el «esse». La enorme dificultad de este oficio radica en que, por un lado, el maestro sólo puede comunicar estructuras objetivas, pero, por otro, debe velar porque el alumno no caiga en el error de reducir la especulación metafísica a la estructura lógica del raciocinio, pues, en este caso, no habría llegado a contemplar la realidad desde la perspectiva propia de este saber, la del ente en tanto que ente, que implica un orden de todos los elementos formales u objetivos al «actus essendi». Con esta preocupación pedagógica, en el presente artículo se investiga principalmente el carácter trascendental de la experiencia de la maravilla y, correlativamente, su referencia constitutiva al «Ipsum esse subsistens».