No cabe duda de que el EEES ha producido en muy poco tiempo una extensa y documentada literatura en la que se exponen sus objetivos y desarrollo, y al mismo tiempo ha creado un estado de opinión muy variado que ha propiciado su propia cultura. El rápido crecimiento de una y otra perspectiva es debido a la gran importancia que tiene el EEES para el desarrollo humano, cultural y económico del continente europeo. La literatura es más conocida y abundante por ser el exponente de todo lo que es y significa para Europa la educación superior. La cultura, sin embargo, es más lenta porque se va consolidando paralelamente a la implementación del contenido del EEES.
Centro la presente reflexión sobre la cultura que ha creado el EEES en mi entorno profesional universitario y en la información recabada de la comunidad universitaria española.

Bien se puede afirmar que ante el EEES pronto se detectaron dos posturas  totalmente opuestas, una a favor y otra en contra; cada una aportaba, y lo siguen haciendo, sus argumentos.  Entre ambas late una tercera actitud mucho más amplia que las dos anteriores juntas, se trata de las personas que simplemente esperan que se haga “obligatoria” la aplicación del EEES. Estas actitudes no han aparecido  por generación espontánea como sucede en toda cultura, sino que han sido fomentadas por distintas causas o circunstancias. Esta situación de diversidad de opinión, lejos de minar el mismo proceso del EEES, lo potencia y lo enriquece  debido a que las distintas posturas consolidan una perspectiva más crítica y equilibrada de lo que es y significa el EEES para la comunidad universitaria española en particular y para la misma sociedad española en general.

En mi opinión se han dado dos hechos significativos de la macropolítica universitaria española (MEC) que nada han favorecido la información sobre lo que significaba el EEES y la necesidad de su adaptación a nuestro entorno. Lo primero hace relación a la insuficiente y deficiente información en un principio, lo que provocó cuando más una información sesgada; y, lo segundo, la igualmente insuficiente y deficiente decisión política universitaria habida en los comienzos del proceso simplificando el problema a un baile sobre títulos universitarios, provocando ambos hechos más confusión que claridad en la materia.

A pesar del débil comienzo de la macropolítica universitaria española, las universidades en general se entregaron con ilusión a desarrollar programas piloto sobre las nuevas titulaciones, e igualmente elaboraron documentos muy valiosos para el desarrollo curricular e innovación de la enseñanza universitaria. Pero esta línea de trabajo no se ha visto reconocida y amparada en toda su dimensión por la macropolítica universitaria aportando los medios necesarios para generalizar positivamente lo experimentado en los programas piloto. De los resultados de esta política universitaria se han cosechado la escasez de solicitudes de nuevas titulaciones; tal ha sido así que cuando las universidades deberían poner en práctica casi generalizada las nuevas titulaciones se limitaron a sólo 207, siendo la mitad de las solicitudes de universidades privadas. Todo parece indicar que se está en actitud expectante de una prórroga de la entrada en vigor del EEES en el año 2010; tal parece el sentir de una mayoría que no ha dejado de manifestarlo. Todo retraso voluntario o impuesto sería realmente un despropósito de inmovilismo ante el impulso de la política universitaria europea que supone la puesta en práctica del EEES.

En estos días son muchos los medios que anuncian lo que debería hacerse en la Universidad española para la adaptción al EEES. Todos los puntos que tocan son fundamentales y por l