DE MINGO LORENTE, Adolfo; MARTÍNEZ-BURGOS GARCÍA, Palma:
El Greco en el cine. La construcción de un mito
Toledo: CELYA, 2013, 339 pp.
Presentando una novedosa línea de investigación, y gestado en los años previos a la conmemoración del IV Centenario del fallecimiento en Toledo de El Greco, el presente trabajo monográfico de los profesores de Historia del Arte, Adolfo de Mingo Lorente y Palma Martínez-Burgos García, recoge de forma enciclopédica toda la información audiovisual relacionada con el ilustre pintor candiota, incluyendo los dos biopics cinematográficos más conocidos (The Man called El Greco (1966) de Luciano Salce y El Greco: el último desafío a Dios (2007) de Yannis Smaragdís), pero también un número considerable de films menos conocidos, documentales y series de televisión, especialmente de nacionalidad española y helénica. Dedicado “in memoriam” al profesor José Álvarez Lopera, este lujoso volumen es todo un disfrute estético, editado con exquisito cuidado y con profusión de fotogramas, carteles de películas y citas de directores cinematográficos alusivas al pintor y a la intensa interrelación entre cine y pintura.
Prologan el texto en sus primeras páginas (13-30) nada menos que Gloria Camarero Gómez (“De la representación pictórica a la representación fílmica”) y Fernando Martínez Gil (“El Greco, cineasta”), quien, parafraseando a Eisenstein, reflexiona sobre la hermosa conversación que a lo largo de los últimos siglos se ha entablado entre el cine y la historia del arte. Adelanta, además, por qué existen pocas biografías fílmicas del pintor y por qué las que tenemos han resultado fallidas: la vida de El Greco carece de pathos cinematográfico, de forma que los guionistas se han tenido que inventar episodios románticos y juicios inquisitoriales inexistentes en la realidad, pasando a un primer plano los personajes de Jerónima de las Cuevas y de Fernando Niño de Guevara.
Precisamente en la “Introducción” (33-69), los autores del libro confiesan que fue la versión del director cretense Smaragdís la que les impulsó a trabajar sobre el mito de El Greco a través del cine, decepcionados por los resultados finales de esta costosísima coproducción tan aplaudida en Grecia y tan criticada en España. De este modo, desde el año 2008 empiezan su labor de investigación partiendo de estudios universitarios, tesis y publicaciones cinematográficas nacionales y extranjeras, e incorporando paulatinamente toda la documentación fílmica que van clasificando en diferentes apartados, como se ve en la distribución de los distintos capítulos:
En “Visión documental” (73-96) los autores recogen gran cantidad de documentales artísticos, algunos de ellos perdidos en la actualidad, partiendo de L´antique Toledo (1911) de Segundo de Chomón hasta el análisis de “El entierro del Conde de Orgaz” que realiza la propia autora, Palma Martínez-Burgos, en el programa de RTVE La mitad invisible (2012), pasando por el corpus audiovisual del NO-DO, concebido como instrumento pedagógico en la España franquista, los documentales griegos firmados por Andreas Kapsiás y Néstoras Matsas, y la reflexión en clave psicoanalítica del mismo cuadro del señor de Orgaz, filmada por el filósofo francés Jacques Derrida, en D´Ailleurs Derrida (1999).
La “Visión narrativa” (99-236) es el capítulo más extenso del libro y se vertebra a su vez en tres grandes epígrafes que desarrollan en profundidad los cuatro biopics más destacados (los dos ya citados más las producciones de TVE El caballero de la mano en el pecho (1975) de Guerrero Zamora y El Greco. Paisaje con figuras (1985) de Carlos Serrano, con José Mª Rodero y Eduardo McGregor como protagonistas, respectivamente), las películas que tienen a El Greco como personaje secundario (El milagro del Cristo de la Vega (1940) de Adolfo Aznar, La dama del Armiño (1947) de Fernández Ardavín y Las gallinas de Cervantes (1987) de Alfredo Castellón) y, en último lugar, todos aquellos films que muestran más o menos directamente las pinturas del Greco como trasfondo de la acción, bien sea como signos del poder adquisitivo o de la cultura de los personajes (The Artist), como fondos de pinacotecas filmadas (Te doy mis ojos), como objeto de deseo para ladrones de guante blanco (Casi un caballero) o como modelo para originales tableaux vivants (Passion (1982) de Jean-Luc Godard). A lo largo de todas estas páginas los autores ofrecen las respectivas fichas artísticas de los largometrajes y una explicación pormenorizada de cada uno de los cuadros representados en ellos, lo cual demuestra su profundo conocimiento sobre el pintor toledano.
Un apartado de lo más acertado es el que nos encontramos en “La mirada griega” (239-265), donde el enfoque del estudio se centra en la perspectiva de los especialistas y directores griegos. Una vez más se cargan aquí las tintas contra la película de Smaragdís, reproduciendo en síntesis parte del opúsculo “El Greco en la gran pantalla”, redactado el año 2008 por el profesor cretense Nikos Hadjinikolaou, en el que se critica especialmente la alteración de muchos datos históricos en el guión cinematográfico, buscando siempre la exaltación nacionalista helénica y reivindicando a cada paso el origen cretense del pintor.
A este capítulo le siguen otros dos en los que se recogen los testimonios de todos aquellos cineastas que se vieron hechizados por el arte de El Greco y que, en alguna medida, trataron de plasmar su estética en sus propias películas, como es el caso de los rusos Kozintsev, Tarkovski y Sokurov o de los italianos Zavattini y Pasolini (267-277), pero, fundamentalmente, de Sergei Eisenstein, quien consideró al pintor “el padre del montaje” y el pionero en muchos otros recursos propios del lenguaje cinematográfico, como el uso de la luz y el tratamiento del color o la narración secuenciada y la alteración de la imagen para crear efectos de dinamismo y procesos extáticos (279-309).
Un último apartado, la “Dimensión musical” (311-337), viene a completar este maravilloso y poliédrico estudio, exponiéndonos la importancia que para el propio pintor tuvo la música de su época, como se desprende de la contemplación de muchos de sus cuadros, y comentando, a la vez, las magníficas bandas sonoras que Ennio Morricone y Vangelis compusieron para las películas de Salce y Smaragdís, respectivamente.
El Greco en el cine se cierra con una completísima “Bibliografía” (321-337) que incluye otras fuentes hemerográficas y digitales consultadas, en su gran mayoría helénicas, así como una completa relación filmográfica de la documentación audiovisual manejada. Como nos transmiten los propios autores en el “Postfacio” (338-339), su intención es que esta obra sirva de acicate para futuros estudios que sigan profundizando en la importancia que El Greco ha tenido en la historia del arte cinematográfico. Este volumen, además de su atractivo visual y de su contenido enciclopédico, en el sentido etimológico de la palabra, ha venido a cubrir un inexplicable vacío editorial y, con el paso del tiempo, sin duda se convertirá en todo un clásico de referencia obligada.
ALEJANDRO VALVERDE GARCÍA